Análisis Divergente

¿LA IDENTIDAD EN CONSTRUCCION O EL SIMULACRO COMO ESTRATEGIA?
Por: Johana Pérez | Caracas, 12 de junio, 2017.


Giddens(1993) expone que los sistemas abstractos son estructuras conceptuales y de conocimientos que son eficaces para operar en el mundo cotidiano y que están  constituidos por instituciones, rutinas y acciones seguras integradas a la vida cotidiana. A través de estos sistemas, se provee al individuo de una seguridad ontológica derivada de la noción de certeza sobre la realidad. El individuo no necesita conocer todo el proceso para confiar en el sistema. Por ejemplo: al realizar un viaje en el Metro en el mundo moderno, no se requiere conocer el proceso técnico ni las especificidades de ingeniería del mismo, solo se requiere saber  que éste te va a permitir realizar la acción de transporte desde un origen hacia el destino deseado.

Estos sistemas, además, han generado una transformación de la intimidad, por cuanto ésta ya no se da según las pautas de interacción habitual (esfera privada) que implican el contacto interpersonal cara a cara, sino que es posible establecer relaciones emocionalmente cercanas con interlocutores físicamente lejanos y de culturas muy distintas a la propia.

Esto genera como consecuencia, una mayor influencia de los hábitos globales que los locales (esfera pública) en la conformación de los vínculos sociales. Sin embargo, el lazo social se sigue estableciendo a través de las relaciones personales, con base en la reciprocidad que genera la formación de la intimidad, es decir la construcción del yo a partir de la seguridad en las interacciones con el otro.

La predominante influencia de los hábitos globales forma parte de la cotidianidad actual. Es un hecho, como parte de tal cotidianidad, que la intimidad ya no es privada por cuanto existe una exhibición de ésta mediante los medios de comunicación. Esta exhibición constante genera condiciones en la sociedad como el deseo de ser distinto y querer siempre más. ¿Cómo es que la intimidad se convirtió en un espectáculo, en una exhibición permanente del espacio privado? Simple, la intimidad se transformó en mercancía. De esta forma, los contenidos de medios de comunicación como Youtube son elaborados por la audiencia y mientras más visitas y likes generen en la propia audiencia, más capital es retribuido a sus creadores.

"En esta cultura de las apariencias, del espectáculo y de la visibilidad, ya no parece haber motivos para zambullirse en busca de los sentidos abismales perdidos dentro de sí mismo. Por el contrario, tendencias exhibicionistas y perfomáticas alimentan la persecución de un efecto: el reconocimiento en los ojos ajenos y, sobre todo, el codiciado trofeo de ser visto" (Sibilia, 2008).

En este sentido, la intimidad se convierte en producto, una promoción regida por los modos de ser cambiantes de la sociedad actual. Una sociedad cada vez más interconectada y globalizada, que sintetiza lo local y lo foráneo, lo privado y lo público, volcada sobre la praxis y la inmediatez, en el mundo de la vida. Un mundo de la vida que es   "… la realidad fundamental y eminente del hombre" (Schutz y Luckmann, 1977. p.25.). En la cual prevalece, sobre la reflexión teórica o filosófica, la actitud natural, es decir, el papel central otorgado a lo incuestionable, a lo que existió antes que el sujeto, y por ende, en la vida cotidiana, la región de la realidad a la cual se tiene acceso inmediato  y que está pautada culturalmente. Es precisamente, a través de las realidades inmediatas compartidas con otros que tienen la misma capacidad consciente que el sujeto en el mundo cotidiano, que se genera el conocimiento intersubjetivo, la definición misma de lo real, orientado por un criterio pragmático, porque el sujeto en su vida cotidiana necesita realizar acciones concretas que garanticen su seguridad y supervivencia.

Ahora bien, en condiciones de alteración grave de la vida cotidiana, donde los sistemas abstractos se vuelven inciertos y ya no proveen seguridad ontológica, donde las relaciones interpersonales están marcadas por la desconfianza, el temor e incluso el odio que amenaza los vínculos sociales, donde se suceden crisis reales que afectan las condiciones de vida del sujeto, tales como, procesos inflacionarios, escasez de alimentos y medicinas, revueltas callejeras y violación de derechos como la libre expresión del pensamiento o el libre tránsito, es muy probable que un sujeto adulto socializado durante el período previo a la alteración general de la vida social, experimente el hecho de que sus creencias, valores y habilidades sociales ya no son eficaces para desenvolverse adecuadamente en tal situación.

La Venezuela de Mayo – Junio de 2017, presenta todas las características descritas para una situación de alteración grave de la vida cotidiana. La seguridad de un simple y previsible viaje en el Metro de Caracas, se ha desvanecido totalmente. El habitante de la ciudad no puede estar seguro de que el servicio se preste durante el día que está viviendo e incluso, no puede estar seguro de llegar a su destino, una vez que aborda el tren y este comienza su marcha. En cualquier momento el tren puede detenerse y los pasajeros ser desalojados para continuar su viaje por transporte superficial o a pie. Un ejemplo de sistema abstracto por excelencia, pierde totalmente su cualidad de sistema, ya que no se cumplen las fases de un simple proceso de traslado, y pierde también su función de brindar seguridad y regularidad a una institución social.

Si movemos el análisis del Metro hacia los hospitales, las panaderías, el servicio de internet, de telefonía móvil, los cajeros bancarios o los supermercados, la situación es la misma o más grave. Simplemente, la vida cotidiana del venezolano ha perdido su orden sistémico, la secuencia ordenada de procesos para alcanzar objetivos. Los sistemas abstractos han sido sustituidos por eventos azarosos, amenazantes e inevitables que vuelven ineficaces los comportamientos habituales propios de la cultura del venezolano.

En una situación como esta de alteración grave de las condiciones de vida de la población, el venezolano ha tenido que desarrollar nuevos comportamientos para poder adaptarse a las nuevas condiciones y poder sobrevivir. Personas que probablemente nunca lo habían hecho, han tenido que aprender a comer basura, a robar comida o a agredir a otro para obtenerla. Personas que antes eran solidarias, han tenido que aprender a esconder la comida a sus propios familiares para poder combatir el hambre. Y en los casos más afortunados, grandes sectores de la población han tenido que aprender a comer menos y con menor variedad, debido a los altísimos costos de los alimentos.

Estos cambios de comportamiento, en algunos casos pueden implicar un cambio profundo de la concepción de Sí Mismo, una crisis total de la autoimagen y del autoconcepto, sobre todo en aquellas personas que han tenido que desplegar comportamientos nunca antes emitidos. Mas que una crisis de identidad, esta situación configura una agresión al Yo, desde una perspectiva individual y un ataque cultural, desde una perspectiva social. Evidentemente que la definición de Sí Mismo, entra en crisis para quien se descubre haciendo cosas que pensaba que no era capaz de hacer. En estos casos no solo la identidad entra en crisis, sino que todo el equilibrio psíquico del sujeto se ve comprometido.

Sin embargo, para aquellas personas en mejores condiciones de afrontar la situación de opresión y que por lo tanto, han tenido que variar menos su comportamiento, es probable que su identidad se vea menos comprometida, en el sentido de que la noción de Sí Mismo se puede mantener razonablemente invariable al continuar comportándose más o menos según los mismos valores acostumbrados. En estos casos, para poder adaptarse a la situación de incertidumbre, violencia y escasez, es probable que algunos sectores de la población venezolana asuman la impostura y la simulación como estrategia de supervivencia. Sin embargo, la conciencia de comportarse como un farsante o impostor, probablemente afecte menos a la autoestima que ver morir a un hijo de hambre en los propios brazos ante la imposibilidad de obtener alimento.

Las personas más jóvenes, que nacieron y crecieron durante la crisis política y social del país, probablemente no han variado sus esquemas valorativos desarrollados durante su proceso de socialización primaria y por lo tanto, tal vez sea el sector de la población con menores dificultades identitarias. Sin embargo, con respecto a la generación de sus padres, la identidad personal seguramente presenta diferencias importantes.

Por lo tanto, la posibilidad de una crisis identitaria depende más de las condiciones materiales de vida del sujeto, que de su capacidad para aprender rápidamente un nuevo modelo valorativo que le permita adaptarse a los cambios repentinos del entorno. Al venezolano del 2017 la clase política de ambas tendencias ideológicas, le ha negado la posibilidad de plantearse un proceso de identidad en construcción, empujándolo bruscamente hacia la propia disolución del Yo, en los peores casos, o hacia la existencia enmascarada y el simulacro, en los casos más afortunados. Las fantasías electorales, los pactos y reacomodos que ya se asoman, el reforzamiento de los viejos vicios, el culto a la desmemoria y el eterno retorno de lo mismo, parece ser el destino en el futuro cercano, por cuanto ningún sector de la clase política ha dado muestras de haber aprendido algo de estos años difíciles. Por lo tanto, la disyuntiva a resolver en el mediano plazo es: ¿la identidad en construcción o el simulacro como estrategia?

Referencias:

Giddens, A. (1993). Consecuencias de la modernidad. Madrid:Alianza.
Schutz, A. y Luckmann, T. (1973). Las estructuras del mundo de la vida. Buenos Aires:Amorrortu.
Sibilia, P. (2008). La intimidad como espectáculo. Buenos Aires:Fondo de Cultura Económica de Argentina, S.A.


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