Culturales

Diálogo con un millonario
Por: Junior Cortázar | Caracas, 13 de marzo, 2016


Probablemente desde que el hombre descendió de los árboles y comenzó a valerse de su cualidad gregaria para alcanzar el éxito adaptativo cazando animales y recolectando frutos de la tierra, comenzaron simultáneamente las diferencias en cuanto a la posesión y disfrute de los alimentos, las herramientas, el vestido y otros bienes. Ningún antropólogo serio puede asegurar que el hombre primitivo era esencialmente cooperativo e igualitario, incluso dentro de su misma horda. Seguramente existe o existirá mayor evidencia que apoye lo contrario, es decir, el carácter egoísta del hombre primitivo que pudo haber determinado que el más fuerte se apropiara de los mejores y mayores bienes.  

Estos fuertes y egoístas seguramente se constituyeron, por tanto, en los primeros acaudalados de la especie. Individuos con acceso a lo mejor que el mundo, así fuese primitivo, les pudiese ofrecer. Las mejores pieles, cuevas de categoría, excelentes cortes de carne de mamut o el privilegio de dormir la siesta en el mejor lugar fuera del alcance de un tigre dientes de sable.  

A partir de allí, lo demás es coser y cantar. Las primeras civilizaciones en Mesopotamia, Egipto o en el Mediterráneo, todas sin excepción, se caracterizaron por una clara clasificación de las personas de acuerdo a la cuantía de sus riquezas, sea que esta estuviese conformada por la posesión de la tierra y sus frutos o por la posesión de otros implementos valiosos para la vida.  

Esta particularidad de la especie se ha mantenido invariante desde esos tiempos remotos. Antigüedad esclavista, supersticiosa y agrícola, medioevo devoto, feudal y mercantilista, modernidad ilustrada, parlamentaria y capitalista, a lo largo de todo el desarrollo histórico de la humanidad, han existido estos hombres de vasta fortuna, hasta que llegaron Adam Smith y Carlos Marx a explicar, cada uno de manera diferente, por qué y cómo surgían estos fuertes y egoístas. Sus desarrollos discursivos fueron tan rebuscados, extremos y contradictorios, que hasta nuestros días permanecemos haciéndonos la guerra, de primera o cuarta generación, para someter al otro por la fuerza y por la palabra a una u otra explicación de la riqueza.  

Sea como fuere y por las razones que sean, el hecho es que incluso en estados de hiperinflación económica, escasez de alimentos y hebefrenia política, los millonarios existen, ocurren, devienen. Hombres afortunados, emprendedores, capaces, tenaces, laboriosos, que indefectiblemente logran ubicarse en el ápice de la pirámide social.  

Guiados por la sospecha de que tanto Smith, como Ricardo, Keynes, Marx, Kropotkin, Greenspan y Miguel Rodríguez, nos han ocultado algo, El Correo de Rio Turbio se ha propuesto contribuir con el pequeño aporte a la comprensión de la riqueza que pueda significar la entrevista a uno de los miembros de la élite económica del país, el millonario Luis Román.  

Román es un  hombre de estatura algo superior al promedio, de complexión atlética y un inusual cabello castaño abundante con muy pocas canas para una persona de 72 años. Las fuentes indican que desde muy joven le ha sonreído la fortuna y que ha sabido mantener en secreto la fuente de su riqueza. De hablar descuidado y casual, con una voz un tanto nasal, ciertamente no es alguien que llame la atención en un primer instante. Llega retrasado a la cita en el Herford’s Grill vestido de manera informal y un tanto simple: camisa a cuadros, blue jean verde y zapatos de gamuza marrón. Mientras ordenamos un Churrasco Santa Bárbara con Corazón de Lechuga en Salsa Roquefort para mi y una Cachapa con Queso Telita para él, vamos haciendo las presentaciones de rigor.  

Junior Cortázar: Muy agradecido de que nos permita algo de su valioso tiempo para desarrollar esta conversación sobre variados temas que seguramente serán del interés de nuestros lectores.  

Luis Román: Tranquilo. Soy dueño de mi tiempo.  

JC: Señor Román, antes de acordar este encuentro con usted, le pedimos orientación a reconocidos empresarios, banqueros y líderes de asociaciones industriales y comerciales, sobre quién consideraban ellos que era la persona más rica del país y la que obtuvo mayor grado de acuerdo fue usted. ¿Qué opina usted sobre eso?  

LR: Desde hace mucho tiempo he ido aprendiendo poco a poco a no aparentar modestias falsas tratando al mismo tiempo de no caer en pedanterías odiosas. Por eso te digo, sin rodeos, que en efecto, mi fortuna es cuantiosa, lograda en el transcurso de los años, con esfuerzo sostenido.  

JC: El dato que le voy a solicitar es importante para ubicarnos en el contexto. ¿Su posición económica podría equipararse, tal vez, a la de Gustavo Cisneros, Ignacio Salvatierra,  Juan Carlos Escotet, Hugo Carvajal o Tibisay Lucena?  

LR: Creo que un poco mayor. Probablemente similar a la de María Gabriela Chávez o Aristóbulo Istúriz.  

JC: Eso es abundante. De acuerdo a las últimas estimaciones estamos hablando de aproximadamente 4.2 billones de dólares. ¿Cierto?  

LR: Cierto.  

JC: Tiene toda la potestad de reservarse su derecho a responder mi siguiente planteamiento, pero debo hacerlo en aras del rigor investigativo que nos mueve en el diario que represento. ¿Cuál es el origen de sus bienes?  

LR: No tienes porque ser tan cauteloso. No tengo ningún problema en que se conozca públicamente el origen de mi posición. Pero no esperes una respuesta ingeniosa como la de Claudio Fermín, tal vez nuestro próximo presidente, cuando le preguntaron lo mismo y dijo sin tapujos que a él lo mantenían sus amigos. En mi caso, mis bienes se originan en el ejercicio sistemático y obsesivo de la razón teórica. Toda mi riqueza mana de esa fuente.  

JC: Esa respuesta es más inesperada que la del eterno candidato adeco. ¿Usted se refiere al uso de su capacidad intelectual y de su ingenio para tener éxito en los negocios?  

LR: No. Esa es la razón instrumental. El conocimiento, la inteligencia y la creatividad al servicio de la generación y reproducción del capital.  

JC: No entiendo entonces. ¿A qué se refiere cuando plantea que la razón es la fuente de su riqueza?  

LR: ¡Si, claro! Me refiero a que mi actitud sostenida y persistente en analizar, cuestionar, comprender y, en definitiva, conocer la realidad social, es el origen de mi toma de conciencia sobre las dimensiones de mi fortuna personal.  

JC: Me ha dejado un poco descolocado con el giro que acaba de darle a la conversación. ¿Usted quiere decir que la riqueza es un asunto de percepción, un punto de vista? Por favor puede profundizar su planteamiento. No es claro para mí todavía.  

LR: Como diría el extraterrestre con cara de perro: ¡No hay problema! La clave para comprender la riqueza de las naciones y de las personas, como en mi caso, está en la forma de calcular el monto de las posesiones. La forma mas común de calcular esto,  es contando la cantidad de dinero que se tiene, en contante y sonante, o en el precio de las cosas que se poseen. Demás esta decirte que la gente poco versada en economía y negocios tiende a creer que esta es la única forma de cuantificar la riqueza. Pero la otra manera es calculando la cantidad de dinero que no se gasta.  

JC: El dinero que se ahorra.  

LR: No, el dinero que no se gasta. Los ahorros se componen del dinero que se posee, porque no se ha gastado. Pero yo me refiero al ingasto, es decir, el dinero que no gasto, independientemente de que lo posea o no.  

JC: Sigo sin entender.  

LR: A ver. Te lo explico con mi caso concreto, con el cálculo de mis ingastos médicos del mes pasado. Durante el mes de julio yo no necesité, ni me he hice ninguna de las siguientes intervenciones: Implantes de cabello 10.500,00 $; Cataratas 150.000,00 $; Sinusitis 220.000,00 $; Tratamiento de conducto 15.000,00 $; Operación de corazón abierto 650.000,00 $; Transplante de médula 800.000,00 $; Apendicitis 250.000,00 $; Cálculos renales 300.000,00 $; Pancreatitis 500.000,00 $; Cáncer de próstata 850.000,00 $; Diábetes 700.000,00 $; Cáncer de Colon 380.000,00 $; Gota 400.000,00 $; Cirugía plástica 125.000,00 $. En total, solo en servicios de salud del mes pasado, no gasté 5.350.500,00 $.  

JC: Je je. Una broma ingeniosa.

LR: No es una broma en realidad y en eso coinciden las personas que te refirieron a hablar conmigo. Mis ingastos mensuales son realmente elevados, solo por mencionarte un detalle, en julio no me compré un Gulfstream G-550, ni un Falcon 900LX, que son unos avioncitos muy prácticos para hacer diligencias fuera de la ciudad, así que, solo en el rubro de transporte mis ingastos fueron de alrededor de 90.000.000,00 $.  

JC: ¿Esta hablando en serio?  

LR: Veamos, si me hago entender. El total de mis ingastos solo para el mes de julio fue de 6.696 millones de dólares. Esa es la cantidad de dinero que no gasté. Pero tú en este momento estas pensando que debe ser un chiste que esa plata forme parte de mi fortuna porque esa cantidad de dinero tampoco la tengo en mi poder, así que tu piensas que esta forma de cuantificar los bienes es errónea, cuando no una estupidez.  

JC: ¡Francamente!  

LR: Hay unos elementos que aún no te he explicado. Ahora si lo vas a captar. Tomemos por ejemplo a Jorge Luis García Carneiro, una persona notoriamente adinerada, es decir, que posee grandes cantidades de dinero en su poder. Con ese dinero se compra o se apropia de costosos yates; toma grandes cantidades de wisky; viaja por todo el mundo; come manjares exquisitos; al igual que Nelson Merentes, conquista hermosas jovencitas; o como Diosdado Cabello, seduce actrices maduritas; disuade a sus adversarios en los negocios y en la política, y todo eso con una sola finalidad…  

JC: Me tiene en suspenso.  

LR: Esa es la idea. El objetivo de esa descomunal acumulación y despilfarro de dinero, es la realización del deseo.  

JC: Ya entiendo. La satisfacción del deseo sexual, el arrebato de los sentidos, el extravío del paladar, el ahogo de la sed infinita.  

LR: Bastante bien dicho. Pero no exactamente. Lo que mueve a gente adinerada como ésta es la pretensión de sentirse satisfechas de si mismas. Mas claro, formarse la opinión sobre si mismas de que son mejores o superiores a lo que son. De allí la permanente acumulación de evidencias que atestiguan su superioridad sobre el otro bajo la forma de objetos, acciones, adhesiones y todo tipo de condiciones probatorias.  

JC: Entiendo…  

LR: Piensa en cuanto dinero tendrían que gastar Pedro Carreño o Juan Barreto para sentirse satisfechos de si mismos a pesar de su vulgaridad y simpleza.  

JC: No se ha inventado una máquina que pueda calcular ese monto.  

LR: Ahora si nos vamos entendiendo. Justamente allí radica el secreto de la acumulación desmedida. La gente rica y famosa, nunca realiza su deseo, siempre necesita más y más evidencias que la convenzan de que son lo que no son. Como tal cosa es imposible, ya que el autoengaño tiene vida escasa, el ciclo SER-QUERER SER, se vuelve infinito, ante la imposibilidad de ser el que no se es.  

JC: Ese punto ya lo tengo claro.  

LR: De esa manera, la cantidad de dinero que se requiere para que una persona sienta aprecio por si misma, es la medida de su riqueza. Mientras mas pequeño es el autoaprecio, mayor es la cantidad de dinero que se requiere.  

JC: Pero, ¿cómo se explica entonces que exista gente adinerada que no parece tener problemas con la opinión que tienen sobre si mismas?  

LR: El proceso es el mismo. Tienes por ejemplo a Lorenzo Mendoza Jr. que es millonario desde antes de nacer, de buenos modales, buenmozo, bien preparado, joven, un caballero, nada vulgar en absoluto. Asumamos que honesto, sin pasantías en negocios turbios y pactos infames con poderes ilegítimos. De todas formas, tiene la sospecha de ser un bueno para nada porque siendo un hijito de papá, la tuvo y la tiene fácil siempre. De allí la necesidad de mejorar esa opinión y ¿qué mejor prueba de que es mejor que eso, que la aclamación de la nación entera para que rija sus destinos, con temple y capacidad en la primera magistratura?.  

JC: A lo mejor es la mejor. Pero aquí ya estamos hablando de motivaciones políticas. ¿Quiere decir que el móvil de la economía y de la política es la baja autoestima?  

LR: Como dijera Clausevitz: “la política es la continuación de los negocios por otros medios”. No me refiero a la autoestima, yo no escribo libros de autoayuda. Eso se lo dejo a Carlos Fraga y a Carlos Martínez. Más bien yo diría: la imposible realización del deseo.  

JC: Pero, sigo sin comprender la forma de cuantificar la riqueza en términos de “ingastos” y como se relaciona con la imposibilidad del deseo que acaba de mencionar.  

LR: Te lo digo directamente: María Gabriela Chávez tuvo que amasar una fortuna de 4.2 billones de dólares para convencerse de que es de una determinada manera que solo ella sabe y con la que se siente conforme. Por tanto, su auto aprecio vale esa cantidad. Evidentemente, ese monto se irá incrementando a medida que su deseo vaya quedando insatisfecho.  

Yo, por mi parte, llegué a la misma conclusión: soy el que soy y no soy otro. Ese conocimiento mío, por tanto, tiene un valor de mercado definido por lo que han tenido que acumular y gastar los demás para llegar a una sensación similar. Pero, a diferencia de los acumuladores, como yo siempre he sabido que soy el que estoy siendo y nunca he deseado ser otro, nunca necesité acumular nada.   Por eso, calculo el valor de la realización de mi deseo en términos de lo que hubiese tenido que gastar pero no gasté para sentirme en el mundo. Estos son los ingastos.  

JC: Son un poco enredadas esas ideas, pero se entienden. Me hacen pensar en un colega del diario, el Dr. Bidé, que también relaciona a los procesos económicos con las pasiones.

LR: No conozco al Sr. Bidé, ni que es lo que plantea. En mi caso, yo me refiero a una concepción integral de la riqueza que incluye la dimensión biológica en términos de los costos de la salud; la dimensión moral relacionada con la experiencia subjetiva de andar consigo mismo y el dinero que se gasta o no para lograrla; y la dimensión temporal, que tiene que ver con el gobierno del tiempo propio, invertido en el ejercicio de la voluntad de uno y no en la de los demás.  

JC: Empiezo a comprender por qué tanta gente seria piensa que usted tiene una gran fortuna. Mirándolo con un poco mas de atención, en realidad un gran magnate se define por ser dueño de su tiempo, por hacer su voluntad, por asegurarse la supervivencia física y por dedicarse solo a lo que le interesa. Podría convenir en que esos son privilegios que vienen con la riqueza.  

LR: Ya lo tienes.  

JC: Ahora, no puedo concluir esta entrevista sin conocer el oficio al que se dedica, lo que usted hace, las tareas, las labores que realiza para vivir.  

LR: ¡Cómo no! Yo soy Analista de Engrapadoras.  

JC: ¿Que consiste en?  

LR: No quieres saberlo, créeme.  

JC: Y me imagino que no tiene ni una locha en el bolsillo.  

LR: Tenía una pero cuando tenía como seis años, hoy ya desaparecieron. En mi cuenta corriente tengo 6.000 Bs. ¿Por qué crees que solo pedí una Cachapa con queso?  

JC: Creí que fue por excentricidad, pero supongo que fue por la misma razón por la que yo pedí un Churrasco Mariposa…  

LR: ¿Te pagan gastos de representación?  

JC: Ni una puya.  

LR: Esas también desaparecieron. ¿Te es conocida la expresión: “echar un carro”?  

JC: Conocidísima. Mientras usted pide la cuenta yo salgo a llamar por celular.

LR: ¡Está pago!

 


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