Ciencia y Tecnología

CONTRA LA NORMALIDAD INSURGENTE: HACIA UNA CIENCIA DEL INCONSCIENTE
Por: Jacques-Alain Miller | Paris del Oeste, 6 de Agosto, 2015

Desde que un judío pervertido y resentido llamado Segismundo, se tropezara con el hallazgo de que la naturaleza humana profunda es esencialmente destructiva y guiada por motivaciones sexuales y agresivas de las cuales el ser humano no se da cuenta, ha existido un interés creciente por mantener tal destructividad potencial en bajos niveles por el bien de la especie.

Otro de los hallazgos de Freud, que era el apellido de Segismundo, indicaba que la represión de tales impulsos indeseables lejos de contenerlos y disminuirlos, los incrementaba y los hacía emerger irremediablemente, tomando por asalto la vida de las personas, bajo la forma de diversos grados de enfermedad. La evidencia de tal aserto parece encontrarse en las violentas convulsiones colectivas que han seguido a períodos de control filial y moral, muy acentuado. Las dos grandes guerras del siglo pasado no pueden comprenderse en su justa dimensión, sin considerar estos aspectos, como ya advirtieran en su oportunidad Adorno y Horkheimer. ¿Qué hacer, desde una perspectiva cultural, con la destructividad e irracionalidad inherente del ser humano? Si se la reprime, se fortalece y estalla, pero si no se la contiene, troca en barbarie y aniquilación.

Una audaz propuesta de salida a tal situación dilemática, proviene de los pensadores venezolanos Heinz Dietrich, Rafael Uzcátegui y David Nieves, agrupados en el así conocido Círculo de Caracas, quienes sostienen que es indispensable incorporar la irracionalidad y la vocación destructiva en el seno mismo de la vida en sociedad bajo el supuesto de que su expresión libre, tenderá hacia la homeostásis y hará innecesaria su represión.

El rechazo de la violencia, el exceso, el abuso, el delito, el fanatismo y bajas pasiones en general, todas ellas formas constitutivas de la especie humana, solo puede degenerar en guerra y odio aniquilante. Mientras que su reconocimiento e incorporación a las pautas valoradas de la cultura, serían la fuente de un hombre nuevo menos insatisfecho y obstaculizado en su desarrollo natural.

Los teóricos venezolanos denominan a su propuesta de caos civilizante y profiláctico, Socialismo del Siglo XXI, un modelo de sociedad irracional y autodestructivo, pero en equilibrio y alejado de la organización mínima que exige un esfuerzo colectivo como la guerra. De acuerdo a esta concepción, Venezuela sería la prueba, en los hechos, de la viabilidad de tal desorden adaptativo y garante de la supervivencia. La irracionalidad y la incertidumbre, generarían así la desorganización social necesaria para impedir el comportamiento organizado que exige un esfuerzo bélico.

Se observa en esta propuesta venezolana, que no existe, por tanto, contradicción alguna en la proposición que afirma que la autodestructividad es garante de la vida. Tal vez habría que matizar ese postulado, reafirmando que una nación que disuelve todas sus estructuras y por tanto se autodestruye, como nación, al mismo tiempo se preserva como colectivo humano desde una perspectiva biológica. He aquí un proceso dinámico que da cuenta de una cierta dialéctica de la destrucción.

Vemos como en el desconocimiento de esta base teórica del Socialismo del Siglo XXI, firmemente asentada en los sólidos principios del psicoanálisis, con toda certeza se fundamentan las críticas no pertinentes de las que es víctima habitualmente esta doctrina. En realidad, la ilegalidad, la hiperinflación, la violencia y el fraude electoral, entre otros indicadores, forman parte de una direccionalidad que rige las políticas públicas y las orienta hacia el logro de una transformación cultural profunda que incorpore la oscuridad del alma humana, como valor social predominante y como política de Estado. La maldad del inconsciente, encuentra así su lugar en el devenir de la sociedad, no como práctica proscrita y negada, como zona prohibida y aleccionadora, sino como ideal.

Ciertamente, avances como el descrito, es natural que generen posturas reaccionarias que intenten preservar el estado anterior de cosas. En Venezuela es habitual asistir a llamados destemplados a la cordura, la razón y el retorno de la ley, abogando por una normalidad que aparece con visos claros de insurgencia. La experiencia venezolana, constituida desde hace algún tiempo en referencia mundial de la posibilidad efectiva de que la maldad del inconsciente se estructure como ideal social, puede sucumbir ante los sistemáticos intentos de tal normalidad insurgente.

En aras de dificultar esa “normalización” conservadora, aparece natural la necesidad de estrechar los lazos de cooperación y producción teórica entre los aparatos institucionales del Psicoanálisis y del Socialismo del Siglo XXI, siempre orientados por la construcción definitiva de una ciencia del inconsciente y del poder.


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